Hermandad Mercedaria


BREVE HISTORIA DE LA ORDEN DE LA MERCED DESCALZA



El origen de la Orden de la Merced, su carisma y particular género de vida, provienen de la caridad redentora, recibida de los ejemplos y enseñanzas de Jesucristo, Hijo de Dios, Redentor del género humano.Pedro Nolasco, emulando a Cristo Jesús en grado heroico, practicó el oficio de Redentor a favor de los hermanos más necesitados de su tiempo, entregando su persona y su cuantioso patrimonio para alivio de los pobres, enfermos y cautivos, sosteniendo a la vez, la fe cristiana de éstos, quebrantada por esas mismas causas.

Con el título de Orden de la Merced de la Bienaventurada Virgen María, San Pedro Nolasco fundó en la ciudad de Barcelona, el día 10 de agosto de 1218, ante el Obispo de la ciudad, Berenguer de Palou, y la protección del rey Jaime I de Aragón. Años más tarde, la Iglesia testifica la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden, al ser confirmada por Gregorio IX, bajo la Regla de San Agustín, siendo incorporada de esta forma a su vida y ratificando su obra como misión en el Pueblo de Dios.Apremiada por la caridad evangélica, en cumplimiento del voto especial de redención que hacen los religiosos y la eximia caridad del Fundador, la Orden consagró, en los primeros siglos de su existencia, sus fuerzas a la defensa de la Fe, mediante la redención de cautivos cristianos detenidos en poder de sarracenos y expuestos, por las mismas circunstancias del cautiverio, a renegar de sus creencias cristianas.
Con el devenir de los tiempos, la Orden actualizó con formas nuevas y concretas su carisma; siempre atenta a las apremiantes llamadas de la Iglesia y de los hombres en su entorno social, psicológico y espiritual.
Así, a los comienzos del siglo XVII, nace la Recolección o Descalcez, impulsada por el Venerable Padre Fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento que, en unión de otros Padres religiosos de la Provincia de Castilla, deseó vivir con renovado fervor y austeras normas la forma consagrada, según el primitivo espíritu redentor mercedario.
El Padre Maestro General, junto con los Padres Definidores y Vocales del Capítulo de Guadalajara (27 de abril de 1603), consciente de esta divina inspiración y no queriendo oponerse a la acción del Espíritu Santo, determinó hubiese Recolección en la Orden para su mayor enriquecimiento espiritual, despachando instrucciones para que viniesen a vivir en ella cuantos religiosos mercedarios tuviesen devoción de descalza, hecho que se llevó a cabo en Madrid, el día 8 de mayo de 1603.
La Iglesia reconoció por medio de la Santidad de Paulo V, la autenticidad de este nuevo género de vida religiosa, concediendo la Bula de separación de la Primitiva Obediencia (Gregorio XV), y el Papa Urbano VIII, aprueba sus Constituciones.
Como conocedores de la necesidad de encarnar fielmente y de conjugar, en su vida, la acción y la contemplación, los primeros Padres de la Recolección buscaron lugares solitarios en que edificar casas de recogimiento, para que, en el retiro, soledad y silencio, la Orden fundamentara sólidamente su carisma de entrega a Dios en la Contemplación, y a los hermanos los hombres por medio de una adecuada acción apostólica; dando mayor relieve, sin embargo, a las virtudes que más acercan el corazón a Dios cuando éstas van asociadas a la obra de la Redención en lo secreto.
Cualidades propias de los Mercedarios Descalzos son las siguientes:
  1. Conversación continua con Dios. El cuidado principal debe ser atender a todo lo que más cerca se puede entender como el verdadero amor a Dios y a nuestros hermanos, mediante el apartamiento voluntario del mundo, convivencia concorde entre los hermanos, paz interior y silencio de espíritu.
  2. Esfuerzo continuo por reintegrar al hombre viejo, disgregado por la herida del pecado, para que vuelva a sí mismo y se transforme en hombre nuevo bajo el prisma de Cristo Redentor.
  3. Espíritu y praxis de oración eclesial.
  4. Espíritu incesante de penitencia que ilumina el corazón para ver a Dios y se manifiesta en las obras externas del apostolado y caridad, por las que aparece lo que hay dentro.
  5. Como inseparable del amor casto y humilde: la práctica y espíritu de pobreza, vivida por la Sagrada Familia de Nazaret, nos debe distinguir a los que abandonándolo todo, nos asociamos en vida común en el nombre del Señor.